Lloraba. Tenía un ritual para hacerlo, se preparaba específicamente para ello. Se servía un vaso de agua, se sentaba en su cama, y al ritmo de alguna balada aleatoria, sus lágrimas caían. No tenía un día concreto para esto, simplemente lo hacía. Trataba de que no fuese muy seguido; en caso de que la gente se enterara, la dañaría. Para el mundo, actuaba con naturalidad.
No tenía una máscara, ella era su propia máscara. Pocas eran las ocasiones en las que la vida le permitía hacer algún cambio. Pocas son las veces que se permitía a sí misma hacer cambios. Hasta que, sin saber por qué, dejó de hacerlo. Dejó de mirar hacia abajo para llorar, dejó de mirar hacia arriba para fingir perfección. Simplemente miró hacia adelante, para encontrar un par de ojos que la miraban. Decidió que no quería dejar de mirarlos, nunca.
@nerea_rsweet
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